sábado, 9 de octubre de 2010

Bañador Añil


Tenía algo de carnal, y además amenazaba lluvia, caminar por aquellas calles. Sentía pudor mientras recorría las oscuras esquinas del centro, pequeña ciudad intrincada, soñando que te encontraba, y que seguías teniendo tus hombros morenos y jóvenes, con sus tirantes blancos de sujetador o tu bañador añil. No era buena idea, o al menos no lo parecía. Marcharte cuando agosto languidecía y éramos jóvenes. Delegar en el destino, nada de teléfonos ni direcciones. Yo te lo dije mientras tú subías al autobús y el chófer no se quejaba de que fueras la última y que te movieras lentamente mientras me mirabas y seguías pestañeando poco. La brisa era agradable y el rumor del mar. Llevabas minifalda y te juro que sin embargo yo sólo esperaba que al que le dijeras adiós fuera al chofer y no a mí.

Así que 20 años después yo seguía sin reñir contigo; no sabía si roncabas, si tenías varices o úlcera de estomago. En mi recuerdo sólo tu piel tersa y cálida con su juego de claroscuros veraniegos - nadie hacía topless en aquella época- y un librito con crucigramas que llevabas contigo y yo completaba con palabras que creía hermosas pero que tal vez no lo fueran.

En veinte años todo se puede torcer. Generalmente se tuerce con la caprichosa voluntad de la fortuna. Su dejadez y olvido. Y en conclusión yo ahora caminaba junto a mi mujer, dos hijos y una suegra. No estaba yo convencido de visitar esta ciudad. Tú ciudad. Algo me invitaba a hacerlo y otro algo me aconsejaba permanecer alejado de ella. En esos momentos pensaba que mi suegra podría atorar las calles más estrechas del centro. Con sus 180 kilos en movimiento podría colapsar el tráfico de las avenidas, provocar estampidas de seres inocentes.

Mis hijos eran odiosos. Por lo que oigo en el trabajo todos los hijos lo son. Los míos además eran feos. Yo miraba a mi mujer y pensaba que la naturaleza conspiraba, que me estaban dando gato por liebre. Cuando la conocí no era gran cosa, pero me garantizaba un desahogo venéreo bastante decente. Tenía sus curvas colocadas en sus lugares, parecía sana, no se le iba la mano con la sal en la cocina.

Pero cuando mi suegra desembarcó en casa –como un Queen Mary II decrépito y destartalado- la realidad golpeó con una contundencia insoportable. De pronto vi en mi mujer una semilla diabólica de mi suegra. Una aspirante a emular su odiosa forma de ocupar el mundo. El parecido se me antojó grotesco, como una sombra acechante. Por la noche me despertaba súbitamente con sudores fríos pensando que era mi suegra la que roncaba a mi vera. Su olor. Por dios, ese olor. El olor de la decadencia, de la obesidad. Ese olor compartido por las familias que yo luchaba por evitar. Y mis hijos. Tan feos. ¿Por qué eran tan feos? Aprendían las coletillas de mis suegras, repetían sus mismos chistes y parecían adquirir sus mismas manías.

Nada más tu recuerdo me quedaba. Tu amor fugaz pero tal vez por eso verdadero. Constantemente invocaba tu cuerpo. El qué pudo ser. Tu cuerpo. El olor a aftersun que aún hoy me produce una erección involuntaria. Y ahora temía verte. Como si un soporte pudiera venirse abajo y yo con él. Un hilo delicado que me sostenía precariamente. Un punto de luz en lo oscuro. Lo temía mucho. Puede que no quisiera saberlo. Y por eso me di la vuelta- aunque ya tarde- y salí corriendo para perderme por esas calles estrechas, llorando, el pecho oprimido, sintiendo la inclemencia, la cruel estafa de mis sueños- o la cruel estafa de todos los sueños- cuando mi suegra saludó a aquella mujer inmensa, y la llamó por tu nombre, y luego la llamó prima, cuánto tiempo sin verte, prima, cómo te va, y les hizo carantoñas a esos niños tan horribles como los míos –como todos- Y esa imagen, la de esa mujer maltratada por los genes y el tiempo, atroz e injusta, reverso preciso y exacto de mi recuerdo, cubría y anulaba impudorosamente y por siempre en mi memoria el recuerdo de aquella joven chica del bañador añil.




miércoles, 6 de octubre de 2010

Lumbier

Sólo tenías que decir que sí. Ni siquiera tenías que sentirlo. Yo creo que tampoco era mucho pedir ¿no?. Y ahora me pregunto si habrá - que seguro que sí- algo de líricia en tus visceras como lecho de buitres. Cuando te arroje y tu cuerpo describa tu última huida sin besarme. Tal vez te hagas pedazos como mi corazón. Ahora tus pechos desnudos parecen tristes, cuando ayer su turgencia era dolorosa y lejana. ¿Y yo te hice daño? No. No lo creo. Era ya tarde cuando empecé con ello, y el fino hilo de sangre en tu comisura parecía inclinarse a la lascivia más que hacia el horror.
O sea, el horror. Este era el plan B. Venir a Lumbier con tu cuerpo que nunca pareció tan pesado en su fragilidad. Parecía volar cuando estabas en los brazos de los otros. Siempre los otros. ¿Era el plan B? No sé. Creo que era el plan B, o eso quiero creer. Si hubieras bebido más ahora te dolería la cabeza. Tal vez más cosas, pero estarías viva. Supongo.
La palabra foz me sugiere abismo, me sugiere un eco abultado en bidones metálicos. Foz es como "voz" ¿no?. Una llamada a los adentros, un reclamo negro y sucio. Tampoco es tan inmenso, aunque sí profundo y verde cuando amanezca.
Yo no quiero mirar hacia abajo. Mira tú si quieres que para eso dijiste que no y te pusiste esas medias de rejilla. Mira tú. Mira esas sombras que son alargadas, que se mueven recortando la oscuridad. Se mueven con esa quietud extraña en la que tú has desembocado.
¿Esa mueca es una sonrisa?
Al final todos seremos ángeles.






lunes, 4 de octubre de 2010

Carrión Jam

Yo soy un funcionario al que le duelen los huesos -vejez- pero no la cabeza. Un funcionario del Ministerio de Justicia del Gobierno Español que desempeña su trabajo en el World Trade Center de Nueva York, torre Sur. Nuestra función, encomendada por Budd Spencer es llevar a cabo el proyecto "Mutherfucker", consistente en llevar los canales de Copenhague a Manhattan y así popularizar la felicidad y la cerveza. Mi jefa es una calagurritana, de Calahorra (Provincia de Z.) que es rubia. Dorada. Platino. Aunque en realidad es morena, con una negritud destacada en un pelo teñido para gustar a Wall Street. (Y a mi). Mi jefa viene con sus ojos verdes, qué verde por Dios, y me dice cosas inmensas a mi. Yo le gusto a mi jefa. Mucho. Ayer, 11 de septiembre de 2.001, hicimos el amor en la azotea de la torre Sur (acceso restringido) todo el día toda la tarde. Mi jefa siente atracción por mi exuberancia, mi despertar al mundo mi juventud -tengo 15 años-, y mi falda de colegiala, mi bigote, mis bragas de flores. Le gusta reseguir la cicatriz de mi torso, la que me hice en la mili, la segunda vez. Mi jefa se llama Mariano Nuño, con su pollón grandioso - 850 gramos de carne que se yergue como estandarte- me viene con sus ojos verdes y me habla de la primavera. Ella me llama Spring. Me susurra siempre -Tu boca mi perdición
ahora que llega como
los párdados
guillotinas
resultaremos heridos
en su naufragio iluminado
gritaré tu nombre
en andenes
arrastrado y herido
la alergia lo de menos
apartado de esa manera
que me gusta sólo
a veces- Eso me susurra y me habla de mi segunda vagina, el fulgor en sus adentros, -la mera boca del infierno- que ofrece salvación y abismos varios.
Ayer 11 de septiembre- so fucking special- el mundo, Ny, New Jersey, bajo nosotros, con nuestra torsión de cuerpos a 110 metros de la muerte, nos amábamos con asepsia, sin mirarnos, dejando a oscuras Manhattan, un pequeño desastre animal. Cuando no funcionábamos invocábamos a mi padre, (que como yo, murió sin descendencia) y en sus tetas voluminosas, amasar pan sobre abdómenes.
Hoy, 12 de septiembre de 2.001, desde Tribeca vendrá mi jefa, Mariano, con su rubio. Dorado. Platino. Con su negritud en el cielo y en la tierra hágase su voluntad. Y mostrará su lengua que es como una vía T que al mostrarse me abre de piernas sin más dilación que la primavera y su asentamiento.




-6 de mayo.

Mi marido come con buen apetito pero no creo que tenga hambre realmente, ni que pese a irse a la cama siempre tan pronto tenga sueño o cansancio. Además, cuando está encima mía, haciéndome el amor con esa enérgica y viril forma que tanto me excita, me parece que hay algo de impostado y falso en sus gestos. A veces pienso que es como si una astilla estuviera incrustada en el engranaje que rige a mi marido, y otras sin embargo pienso que es justamente lo que le falta, una astilla que haga trastabillar esa máquina tan perfecta.

-7 de mayo.

Hoy he estado recordando cuando conocí a mí marido. Por aquel entonces no me extrañé cuando me dijo que ya no tenía padres, que habían muerto en un accidente de tráfico, y que su único hermano despareció en extrañas circunstancias en un viaje de placer que hizo a Tailandia. No le gustaba, ni le gusta, hablar de su pueblo, uno muy pequeño de la provincia de Albacete que jamás hemos visitado; para qué, dice, si allí no le queda familia y sólo puede traerle nostalgia.

8 de mayo.

A mitad de la noche me he desvelado y he estado observando largamente a mi marido. Aunque parecía dormir plácidamente, en su gesto no encontraba paz, aunque tampoco desasosiego. Me ha parecido que su respiración, tan mecánica y monótona, simulaba el funcionamiento de un compresor.

9 de mayo.

El mes pasado le dije a mi marido que estaba harta de que nunca discutiéramos, de que siempre opináramos lo mismo; da igual si estamos decidiendo el lugar de veraneo, o si hablamos sobre inmigración, literatura, o la última convocatoria del seleccionador. Siempre alcanzamos un acuerdo casi instantáneo. Desde ese día sospecho que, ocasionalmente, me está llevando la contraria con desgana.

10 de mayo.

Hoy por la mañana mi marido me ha desnudado salvajemente y me ha hecho el amor sobre la alfombra del pasillo. Aparentemente es justo lo que necesitaba, pero mientras lo hacía no he podido evitar acordarme de los celos que sentía al principio de nuestra relación, cuando lo imaginaba en la cama con otras mujeres. He sentido rabia porque ahora soy incapaz de imaginármelo con otra, porque sé que jamás lo hará, y lo peor, porque creo que ni siquiera le apetece. Me ha parecido que su cuerpo desnudo tenía un tacto metálico y frío. Me siento nerviosa. Tengo que decirle al terapeuta que me suba la dosis.

-11 de mayo.

Esta tarde he estado intentando relajarme mirando fotos antiguas. He caído en la cuenta de que todos los amigos que tenemos son mis amigos, los amigos que yo ya tenía antes de conocerle a él. De todos los hombres mi marido es el único que en todo este tiempo, ni ha engordado ni ha perdido pelo.

-18 de mayo.

Mi marido me saca de quicio. Ya no lo puedo soportar. Estos días he estado de baja por los nervios que me produce, siempre sacando la basura, bromeando con mi madre cuando llama por teléfono y encargándose de los problemas de los niños y de todo lo demás. El muy imbécil ha pedido vacaciones para cuidarme. Me ha cocinado todos mis platos favoritos y me ha traído 8 docenas de rosas blancas cada día. Hoy me he dado cuenta de que desde que lo conozco nunca ha estado enfermo.

-19 de mayo.

Ayer pensé en suicidarme. No lo hice porque ese sería un final chabacano y manido. En el siglo 18 era algo romántico pero seguro que en el siglo 18 yo hubiera acabado con un marido como dios manda, que ronca, eructa y se tira pedos en la cama. Además no estoy dispuesta a que mi familia y mis vecinas se apiaden de él cuando lo vean llorando frente a mi féretro, con ese llanto tan estético que tiene y cuya falsedad sólo yo sería capaz de detectar. No. No me suicidare, pero esto tiene que acabar de algún modo.

-20 de mayo.

Esta mañana el vaso se ha colmado. Mi marido me ha despertado dulcemente arrojando pétalos de jazmín sobre mi lecho. Me ha traído un desayuno recién hecho a la cama y me ha dejado sola un rato. Después ha regresado recién duchado y oliendo primorosamente a un perfume que siempre me ha encantado. Antes de que pudiera decir nada me ha dicho que se iba a ir un tiempo con los niños a la sierra para darme descanso. Es justo lo que le iba a pedir. Le he escrutado y en su mirada no he encontrado ni sacrificio, ni dolor, y aún menos placer. No le he podido soportar y le he golpeado con el bote de mermelada de kiwi en la cabeza. Se ha desplomado y antes de perder la consciencia el cretino de él sólo ha sabido musitar que me quiere. He perdido los estribos y le he machacado lo que quedaba del bote en la frente. No sé si ha sangrando pero sobre su rostro sólo había una viscosidad verde.

-21 de mayo.

El abogado de oficio que me han asignado es nefasto. Apesta a alcohol y sospecho que no distingue un habeas corpus de un corpore in sepulto. Lleva anillo de casado y no deja de mirarme las tetas. Me encanta.

viernes, 1 de octubre de 2010

Polly














Todas las putas de Michigan
se llaman Polly
miran a la cámara
con las bragas tiradas
por la sucia moqueta
me gritan palabras
como negros charcos
sobre una nieve limpia

Todas las putas de Michigan
se calientan como pueden
cuando el frío de la calle
las atraviesa
con su desconsuelo antiguo
mientras yo pienso
en sandías rojas, muy rojas
abiertas por la mitad
ofrenda obscena
y ellas sonríen a la cámara
con sus dentaduras
incompletas
y los ojos pintados
como indios en batalla

Todas las putas de Michigan
dejan en casa la guadaña
en los moteles baratos
los muelles de la camas
entonan su marcha
fúnebre, su traqueteo
de tren de acantilado
maleducado con pubis
de años atrás
cuando viene el invierno
me acuerdo de sus cuerpos
lacustres, fríos,
como carne curada
Todas las putas de Michigan.